La ruta de los faros (1)

Aquí estoy. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? ¿Cuánto tiempo debo seguir así? ¿Esto va a durar mucho?

Solo se que estoy aquí, rodeado de oscuridad, azotado por el fuerte viento, empapado y bajo una lluvia infernal. Por el retrovisor veo la tenue luz del faro de la moto de Xose, un poco más atrás hay más faros, pero no se quien es. No se si vamos todos juntos.
Cada vez que adelanto un camión, es una aventura además de un ejercicio de fe. De fe en que tras la manta de agua que éste despide hacia mí, siga la carretera. De hecho, conducir se ha convertido en un irresponsable acto de fe en que no aparezca un charco gigante que nos trague a todos, o nos haga caer tras un acuaplanning incontrolable.
Ya no se cuanto hace que he visto el cartel de 70 kilómetros para A Coruña. Estoy ya rozando la desesperación …

Pero, hagamos un alto. ¿Cómo he llegado hasta aquí? La respuesta es sencilla. Desde que compré la moto, empecé a preparar rutas que haría con Jorge y con Xose. Xose siempre había comentado que tenía una ruta en la cabeza. Recorrer todos los faros del Cantábrico. ¡Buena ruta pardiez! pensaba yo, hasta que un día me puse a prepararla. Algún día conseguiría sacar el tiempo para poder hacerla.

Como siempre, los viajes se empiezan a disfrutar desde mucho antes de salir. La preparación ¡me encanta! Tirar de Google Maps y de Internet para definir la ruta y los puntos de parada. Buscar los alojamientos. Una gozada vamos.

Y, tras mucho preparar, por fin llegó el día. Pese a ser Noviembre, tener alertas por lluvias, viento y fenómenos costeros en Galicia y Asturias, las ganas de salir nos convocaron en el centro comercial Parque Astur a mediodía del viernes, 26 de Noviembre de 2010.

La cosa no suponía mucho reto. Llegar de Avilés a A Coruña para dormir, ¡qué iluso!
Nos reunimos los primeros, Xose, Jorge, Iván y Vero, Fernando, Kike y Yo. Ferguson y Papi, nos alcanzaran en A Coruña.

Salimos animados, aunque no consigo quitarme de la cabeza la preocupación por Conchi. Está con fiebre y se ha quedado sola con los peques. No dejo de repetirme que es un error, aunque ella se ha empeñado de todas las formas posibles en que me fuese. ¡Qué buena es!

Mientras hacemos kilómetros, la lluvia es intermitente. No hace demasiado viento, así que vamos bien. Hacemos todo lo posible por autopista. Pasamos la intermitente A8 hasta la provincia de Lugo, donde enfilamos hacia Mondoñedo ya por la N634. Seguimos la nacional con trozos intermitentes de autopista hasta enlazar con la A6. Está cayendo la noche cuando Xose me pide que encabece la marcha, ya que la lámpara de su añeja BMW da mas lástima de luz.

Ya en la A6, a la altura de Guitiriz, no es que llueva, ¡es como si nos hubiéramos encontrado con la mar! ¡Qué manera de llover! Sigo como puedo y … ya me encuentro en el principio de mi relato.

Acabo de ver un cartel, A Coruña 35. Es increíble, se me está haciendo eterno. Ya circulo con las luces largas. Las luces del resto de coches, en un tráfico cada vez más denso, son aún peor que la oscuridad anterior.

Veo una salida para A Coruña y salgo. ¡Error! En lugar de entrar por donde debía (o sea, por la AP-9) he entrado por otro sitio. No se cual, pero hay un atasco del carajo. Llueve a mares, es como circular en pleno atasco bajo la ducha. Estoy empapado, agotado y preocupado por mis compañeros y por lo que he dejado en casa.

Paro un momento para reagruparnos. ¡Alucinante! ¡Estamos todos! Me calmo un poco, me subo de nuevo a la moto y continuamos hacia el hostal.

El hostal elegido es el Hostal Mara. Está muy céntrico a un precio muy razonable. Llegamos y aparcamos las motos en el parking. Luego nos distribuimos en las habitaciones. Quedamos para un poco después. He llamado a casa y parece que todo va bien. Bueno, ya estoy un poco más tranquilo.

Nos vemos en el mesón que está al lado de hostal. Caray, la gente del mesón es motera. – ¡Estáis locos! ¡Venir con este tiempo! Venga, os invitamos a un caldo gallego que resucita a un muerto. ¡Y ya te digo yo que lo resucita! ¡Está buenísimo y nos reconforta!

Con el calorcito del caldo y el fresquito de las cervezas, nos despedimos de la gente del mesón ¡qué majos!

Damos un paseo por el centro y nos vamos a cenar. La cena es espléndida. No faltan ni las zamburiñas ni el arroz con bogavante. Tras la cena, nos tomamos unas cervecillas en un chigre folk de la zona y, después, nos vamos a la cama. Estamos todos cansados y aún un poco asustados por lo violento de la tormenta. ¿Cómo irá mañana? Con esa pregunta me duermo rápidamente.

Al día siguiente, desayunamos unos churros en una churrería en frente del hostal, cargamos los bártulos y nos ponemos en marcha hacia el primer faro.
El reto era visitar los faros del Cantábrico, pero estando en A Coruña, la visita a la Torre de Hércules es obligada.

Primer faro. La Torre de Hércules

Primer faro. La Torre de Hércules

El faro se encuentra sobre una loma, y la leyenda atribuye el origen de la primitiva construcción a la lucha sostenida victoriosamente por Hércules contra el gigante Gerión. Derrotado éste, Hércules hizo que los huesos de su cabeza fuesen enterrados en los cimientos de la torre que allí mandó construir. La tradición considera que el faro de la Torre de Hércules tiene una antigüedad de tres mil años, a lo largo de los cuales se arruinó y fue reconstruido en varias ocasiones. Galeses, irlandeses y escoceses conservan leyendas relacionadas con el faro. Generalmente se admite que el faro fue construido en el siglo II d.c. siendo emperador Trajano. La primera constancia escrita del faro es del siglo III de nuestra era. En el siglo IX se menciona que los normandos, tras tratar de invadir Gijón, se trasladaron a un lugar llamado Farum Brigantum o Faro de Galicia.
En el mapa de Burgo de Osma (1086) aparecen representados los faros de Alejandría y de la Torre de Hércules. A lo largo de los siglos XV y XVI, las luchas entre las familias feudales, y, sobre todo, el sitio de la Ciudad de A Coruña por el pirata Drake dejaron el faro reducido a cuatro paredes. Amenazado de ruina total por los daños sufridos y por la utilización de sus materiales para otras construcciones, el Consejo de la ciudad, en 1553, resolvió prohibir esta última actividad. En 1684 se plantea su reconstrucción y reutilización que finalmente no se lleva a buen puerto. En 1785, el rey Calos III creó el Consulado Marítimo de Galicia, el cual, en sus primeras actuaciones se dirigió a la Junta de Marina del Departamento de El Ferrol para que destinase a un ingeniero a las labores de reconstrucción de la torre. De acuerdo con los planes y la dirección de Eustaquio Giannini, Teniente de Marina, se recreció el edificio con otro cuerpo de sección octogonal, se revistieron los muros exteriores con piezas de granito de 60 centímetros de espesor, se dotó a la torre con una escalera y, en la parte superior, se colocó una linterna, habiéndose terminado las obras en 1790. El magnífico resultado fue el que podemos contemplar hoy en día. Tan solo se han registrado los lógicos cambios en los sistemas de iluminación, desde la idea original de Giannini, una luz giratoria a base de una hoguera de pábulo de carbón piedra que, al final de las obras, se cambió por siete reverberos de aceite cuyos eclipses se producían mediante el giro de unas planchas de hierro movidas por un mecanismo de relojería. En 1847, el aparato óptico estaba constituido por una luz giratoria consistente en 11 reflectores grandes, 11 pequeños y 12 lentes convexas con lámparas de aceite de oliva. En 1883, la lámpara era de parafina  y en 1904 se instaló una luz de incandescencia por vapor de petróleo. Finalmente en 1921, se terminó la ejecución del proyecto de electrificación, en el que estaba previsto sustituir el aparato existente por otro de ocultaciones. En tiempos más recientes se procedió a la instalación de un radiofaro y una sirena, llevándose también a cabo pequeñas reformas para mejorar su estética. La luz que emite actualmente el faro es de color blanco de grupos de cuatro destellos en un periodo de 20 segundos, con un alcance nominal de 23 millas. La torre tiene una altura de 49 metros, y su plano focal está a 106 metros. (Fuente: Faro de Luisu)

Al llegar a la torre, vemos que hay una calle peatonal que sube hasta el mismo faro. ¡Parriba! Que yo no me pierdo la foto justito al lado de el. Según llego arriba, me percato con preocupación que acabo de subir a un sitio que no está protegido del viento. ¡y qué viento! Inmediatamente intento dar la vuelta. ¡imposible! el viento empuja como una bestia, intento, completamente parado, mantener la verticalidad. Cada vez que intento girar el manillar, el viento lo mueve con fuerza en dirección contraria. Estoy bloqueado, no puedo más. El viento me tira y mi preciosa V se tumba con torpeza. Entonces algunos compañeros se percatan y corren en mi ayuda. Somos necesarios tres para poder vencer la fuerza del viento, levantar la moto, dar la vuelta y bajar.
En cuanto descendemos un poquito, nos ponemos a sotavento y es como si no pasara nada. ¡Menudo día! El balance de daños es mínimo, tan solo se ha rallado al defensa. Nada de nada.

Bajamos del faro y hacemos una paradita a repostar. Después vamos al Castillo de San Antón, también en A Coruña y que, en la actualidad acoge al Museo Arqueológico e Histórico de la ciudad.

Segundo Faro. El Castillo de San Antón

Segundo Faro. El Castillo de San Antón

 

Para llegar, el GPS ¡hizo de las suyas!

Para llegar, el GPS ¡hizo de las suyas!

Ahora, toca salir de A Coruña. El siguiente faro es el faro de Mera. La salida de A Coruña es, ¿cómo no? complicada. Mucha lluvia, viento y trafico denso pese a ser sábado por la mañana (o precisamente por eso …). Decido parar en una gasolinera a la salida para reagruparnos. Nos reagrupamos. Bien, al salir, veo que la salida de la gasolinera está justo encima de la bifurcación que debíamos tomar a la izquierda. Llueve a mares, el spray de los coches es exagerado, el tráfico endiablado, así que, como llevo el GPS, decido dar un rodeo para no cruzar nueve motos, en esas condiciones, los cuatro carriles de la autopista.

Salgo decidido,  mis compañeros salen detrás, pero a alguno de ellos le da por pensar que me he equivocado y que es mejor seguir, por su cuenta, el camino «correcto». ¡MIERDA! Otra vez la hemos liado. Ya estamos divididos en dos grupos. Yo, que se dónde vamos y que llevo el GPS seguido por algunos de mis compañeros. El resto, desperdigados, vete tú a saber por dónde y con quien.

No merece la pena mosquearse. La mejor opción es ir hasta el faro de Mera y, desde allí, esperar que el resto valla llegando, llamando, o lo que sea.

La subida al faro de Mera es complicada por el viento. Ahora apenas llueve. Llegamos y, milagrosamente, nos reagrupamos. Parece que esta ruta está maldita, pero no hasta el punto de disgregarnos por A Costa da Morte :P.

Tercer Faro. El Faro de Mera

Tercer Faro. El Faro de Mera

El faro de Mera, conocido como Faro Pequeno. La señal de Mera consta de dos torres, de las cuales ésta es la más grande. Su distancia a la torre más baja, que está prácticamente sobre el acantilado es de 300 metros y en medio está la antigua casa del farero, actualmente es el centro de recepción de visitantes al monumento natural (donde se encuentra)

En este punto, Iván y Vero deciden abandonarnos y regresar a casa. El equipamiento de Vero ya hace tiempo que ha dicho basta y ha empezado a dar paso al líquido elemento, dejándola a la pobre empapada, helada y hasta las narices. Nos despedimos, deseándoles buen viaje y que el tiempo les respete.
Llegados aquí, ya nos hemos percatado de que la cosa está más que difícil, de cualquiera de las maneras, aquí estamos y hay que seguir. Decidimos saltarnos el faro de Prioriño y pasar a de Cabo Prior. Cruzamos Ferrol, lo que, a pesar de retrasarnos un poco, nos alivia un poco de tanta lluvia y frío. Tras dejarlo atrás, llegamos al Faro.

Cuarto Faro. Faro de Prior

Cuarto Faro. Faro de Prior

Faro de Cabo Prior. El faro comienza a funcionar el 1 de marzo de 1853, una luz fija blanca comienza a verse en lo más alto del cabo, a la distancia de 15 millas marinas. Esta era producida por una aparato de 3º orden pequeño, modelo de la casa Sautter y una lámpara mecánica servida por dos torreros.
En 1904 se le fija apariencia de luz blanca con 4+2 ocultaciones, para lo cual se acopló al aparato óptico un juego de pantallas giratorias accionadas por una máquina de relojería. Previamente, en 1902, se le había dotado de un sistema de incandescencia por vapor de petróleo de calefacción exterior Sautter Harlé, con quemador para capillos de 35 mm.
Una R.O. de 1 de Febrero de 1912 resolvía la conveniencia de que se cambiase la luz fija de Prior por otra que fuese de destellos. Para ello, el 23 de abril de 1923 comienza a funcionar una instalación de la casa Chance para capillos de 35 mm, que vino a reemplazar la antigua Sautter, y se le coloca el aparato de 3º orden gran modelo, procedente del faro de Salou, al que se le había añadido un flotador de mercurio y un juego de lentes verticales exteriores accionadas por una máquina de relojería, con reserva de cuerda para 8 horas, que darían la apariencia de 1+2 destellos blancos cada 20″. Estos trabajos fueron ejecutados por la Maquinista Valenciana y entraron en servicio el 18 de Julio de 1926.
El 26 de Octubre de 1974 entró en servicio la electrificación, realizándose la modernización de la señal con una nueva linterna cilíndrica de 2,25 m de diámetro, óptica catadióptrica de 250 mm, basamento con cuba y flotador de mercurio y máquina de rotación, todo ello suministrado por la Maquinista Valenciana. También se le puso una lámpara de incandescencia de 1500 W y dos grupos electrógenos Ruston. Cuatro años después, el día 31 de Julio, empezó también a funcionar una sirena de vibradores electromagnéticos que daría la letra «P» en código Morse, repetida cada 25″ con un sonido audible a 7 millas de distancia. De la casa AGA fue la primera instalación, que contaba con un detector automático de niebla que nunca dio resultado y fue preciso accionarla manualmente. El edificio estaba compuesto de dos partes diferenciadas unidas por un patio central. En conjunto formaban un rectángulo de 16×10 m. La torre arrancaba de la parte posterior del patio y era de forma octogonal. Elevaba el foco luminoso a 7 m del suelo y 136 sobre el mar. Empotrada en la parte posterior, apenas sobresalía del edificio y estaba rematada por un balconcillo forjado de la fundición Sargadelos, un torreón cilíndrico y una linterna poligonal de diez lados y cristales planos, del mismo fabricante que la óptica, cuyo conjunto había sido adquirido en 92.600 reales. El costo del edificio alcanzó la suma de 137.696 reales y a lo largo de los años sufrió alteraciones sustanciales hasta alcanzar el aspecto actual. La realización de un proyecto de 1916, que se completó con otro en 1922, supuso la eliminación del patio cubriéndose e iluminándose ese espacio con cristalera para ampliar la zona útil. También se construyeron dos pabellones adosados para viviendas que avanzan sobre la fachada principal y vuelven sobre el frente para darle forma de «U», suprimiéndose los tejados en vertiente que quedaron de azotea, rodeados de una balaustrada, hoy desaparecida. En 1993, con el nacimiento de las Autoridades Portuarias, a raíz de la nueva ley de Puertos y Marina Mercante, el faro quedó agregado a la Autoridad Portuaria de Ferrol – San Ciprián, y dejó de tener torreros atendiéndose desde el puerto, la sirena fue dada de baja.
En 1995 fue totalmente renovado su equipo luminoso, manteniéndose solo la óptica, se colocaron dos motores de rotación electromagnéticos, desapareciendo el flotador y la cubeta de mercurio, un cambiador en «V» con lámparas General Electric de 125V y 1000 W halógenas y dos grupos electrógenos Deutz de 3000 r.p.m. y 380/220V, asimismo el faro fue totalmente monitorizado para ser controlado por ordenador desde el centro de control situado en la Autoridad Portuaria de Ferrol – San Ciprián, todos los trabajos fueron realizados por la Maquinista Valenciana.
En el año 2002 se sustituyeron las lámparas anteriores por unas nuevas, Philips GX9’5 halógenas, de 220 V y 1000 W. Esto obligó a realizar modificaciones en el cuadro de lámparas para adaptarlo a la nueva tensión de funcionamiento de estas.
En el año 2008 se finaliza una importante remodelación y rehabilitación del edificio que sustituye la vivienda del ala W por una sala multiusos, dotandose de aseos y de agua corriente al edificio. También se instala un nuevo sistema de supervisión remota que sustituye al obsoleto sistema anterior.
Alcance 22 Millas
Elevación 107 m
Fuente: La Web de un Farero

Después de una breve visita, continuamos. Paramos en un bar de carretera para tomar algo que nos temple un poco y aprovecho para llamar a casa. ¡Malas noticias! Conchi está hecha polvo. La fiebre ya no baja a pesar del cóctel de medicamentos que se administra regularmente. Vale, la cosa está clara, la situación en casa ya no es sostenible y es obligado regresar.

Con tristeza se lo comunico a mis compañeros. Inmediatamente, y a pesar de mis protestas, Jorge y Fernando deciden acompañarme.

A partir de este momento, esta historia se divide en dos. La historia de nuestro retorno, y la odisea del resto. El retorno fue sencillamente brutal. Lluvia y viento y lluvia y viento. No hubo ni una pausa en los más de 270 kilómetros. El viento hacía desplazar las motos de izquierda a derecha. La rueda delantera levantaba olas de agua que pasaban por encima de mis rodillas. A ratos llego a sentir miedo. Hace ya mucho tiempo que mi ropa ha dicho basta y ya deja entrar el agua a raudales. Mis botas están llenas de agua, mis manos empapadas y heladas.

Finalmente, llego a casa. Empapado, tiritando, chapoteando dentro de mis botas. Los críos están viendo la tele mientras Conchi está en la cama con una fiebre brutal(39,5). No viene mal. Me meto con ella en la cama. así yo entro en calor y a ella le bajo un poco la fiebre. Parece raro, pero funciona(bendita entalpía). Yo voy templando y ella se va encontrando mejor.

Con la situación ya controlada en casa, toca informarse del estado de los valientes que han continuado en ruta.

Con gran esfuerzo y a pesar de los elementos, han conseguido llegar al faro de Punta Frouxeira. Es un faro grande y moderno de diseño vanguardista, que contrasta con el aspecto de los faros tradicionales.

Quinto faro. Punta Frouxeira

Quinto faro. Punta Frouxeira

Tras ésta titánica victoria, deciden parar a comer y pegarse un merecido homenaje en forma de deliciosas viandas robadas a la mar. Después de comer, deciden seguir ruta, pero no ya «fareando» sino directos a Viveiro donde teníamos reservado el hotel.

Al salir, Papi dice «tirad, tirad, que me pongo el traje de agua y os alcanzo». Así lo hicieron. Tiraron. Pero al llegar a Viveiro, Papi no les acompañaba. Preocupación. «Pero dónde coño se quedó». Muchas horas después, ya casi desesperados y sin saber qué hacer, llega Papi.

Cuando les cuenta su aventura, parece increíble. Al salir, después de comer, Papi se puso el traje de agua y, al arrancar, la vieja máquina decidió que ya tenía suficiente agua y se negó a hacerlo. Todos los intentos de Papi por convencer a la terca máquina fueron inútiles. Además la lluvia no cesaba y la noche estaba cayendo.

Entre las tinieblas, apareció un tipo de protección civil que se prestó a ayudarle hasta que, finalmente, consiguieron arrancarla. Poco después, Papi llegaba a Vivero siendo recibido con alegría por el resto.

Se fueron a descansar pronto y salieron, también pronto, al día siguiente, directos a casa, dejando tras de sí, las habitaciones inundadas por el agua que había rezumado de su ropa.

Llegaron a casa, todos, sanos y salvos.

Como veis, este primer intento fue un sonado fracaso. Es cierto que fue irresponsable salir de ruta con una alerta de temporal atlántico, aunque el curso de conducción en agua (y debajo de ella) surtió su efecto. Todos hemos mejorado nuestra conducción en las perores condiciones.

Es una de esas experiencias que te hace pensar ¿por qué me gusta andar en moto? ¿Está justificado tanto sufrimiento por andar sobre dos ruedas, por sentir la libertad que te da una moto? Aunque parezca increíble. Aunque sea de locos. La respuesta es sí. Sí merece la pena. Me gusta andar en moto. Creo que es LA forma de viajar. Viajando en moto, nunca eres espectador de tu viaje. Eres el protagonista y siempre formas parte de los paisajes por los que te mueves. Eso tiene su contrapartida dura. Los paisajes te dan lo bueno y lo malo que muestran. Cuando hace frío, lo sientes muy adentro, hasta los huesos. Cuando llueve, te calas hasta las entretelas. Cuando hace calor, te asas como un pollo. Pero eso es lo bonito de andar en moto. Vivir el viaje. Vivir y sentir los lugares por los que pasas. Los olores, los sonidos, …

Bueno, aparquemos el momento poético. Esta ruta termina aquí. Pero la ruta de los faros continúa. En el próximo post (que será menos ladrillo y tendrá muchas mas fotos, lo prometo) repetimos ruta. Esta vez con un poquito mas de suerte.

Hasta la próxima.

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